miércoles, 19 de agosto de 2009

LA HISTORIA INCABADA


Pensando cómo es (o puede ser) vivir y producir desde adentro de una sociedad que dice estar plagada de botones y pantallas, decidí arrancar mi análisis a través de una obviedad discutible: ¿Qué es la tecnología?Según Karl Marx, esta rama del conocimiento constituye una de las fuerzas productivas de cualquier sociedad. A partir de ella, los hombres trabajando, y entablando por ello relaciones sociales de producción, elaboran ciertos utensillos que, a su vez, servirán luego para procesar otros nuevos. La imprenta o la computadora, entonces, no son tecnologías en tanto aparatos, sino gracias a los procesos creativos que potencian. Por acopio tecnológico se puede entender, así, al conjunto de medios y procedimientos a partir de los cuales el hombre puede modificar o manipular su entorno, construyendo espacios transformadores. De ahí en más, las ideas parecieron comenzar a cerrarse (o a abrirse).


Cuestión de episteme
Según
Lev Manovich , actualmente vivenciamos el apogeo de novedosos medios de comunicación, promovidos por el desarrollo de las nuevas tecnologías informacionales. Estos sistemas, más precisamente la Internet y los distintos dispositivos en red que utilizamos para comunicarnos, supieron ganar terreno hasta escalar más alto que las viejas reinas industriales (la radio, la fotografía impresa, la prensa escrita).A través de estos medios, nos dice Scott Lash, nos relacionamos haciendo “interfaz” (son ahora nuestra oreja, nuestra mano, nuestro ojo), generando, así, “formas tecnológicas de vida”.Según el autor, éstas últimas son “maneras de hacer las cosas”, “formas de comprender al mundo” a partir de cuerpos abiertos (los nuestros) que se enlazan a otros cuerpos (las máquinas y los sistemas tecnológicos). Me acuerdo que después de escribir la frase anterior me detuve un instante. Antes y ahora, los hombres se asocian a distintos medios para operar, alterar o controlar el ambiente que los rodea. Lo llamativo del asunto es que cada uno de esos circuitos posibilita disímiles oportunidades de producción, almacenamiento y distribución de datos. En este sentido, en la hacienda del lenguaje (que es la que a mi más me interesa), hoy se vivencia una transformación importante: las posibilidades de conectarnos con los otros se modifican, y con ello también varían los dispositivos de enunciación vigentes, los lugares ocupados por el enunciador y el destinatario, la construcción discursiva.El qué del relato, su contenido, puede permanecer inmóvil, pero su forma, la estructuración de lo dicho, varía, y con ello, también cambian las posibilidades en el hacer.
Explorando
"Estamos entrando en la nueva era de la educación programada para el descubrimiento más bien que para la instrucción”
Marshall McLuhan
Ahora bien, ¿Cómo utilizar el paquete de TICs, estas nuevas tecnologías y medios de la información y de la comunicación, para crear procesos alternativos de cambio? En este punto las ideas empezaron a enredarse otra vez. Sabía que a través de los nuevos procedimientos técnico-teóricos podía inventar espacios anudados por novedosos (y útiles) vínculos comunicativos (contacto entre actores dispersos por todo el globo, intercambio de producciones, acceso fugaz a información de todo tipo, pero, también, generación de sensaciones, impresiones sobre los “tecnocuerpos”). Sin embargo, presentía que algo (fundamental) estaba faltando. Para transparentar mis pensamientos, decidí buscar algún referente concreto.
“El sistema educativo argentino”, me dije y entonces la pregunta salió solita: ¿cómo edificar espacios alternativos en materia educacional en nuestro país actual y con nuestras posibilidades técnicas actuales? Espacios, donde, primero que nada, los niños excluidos (oprimidos) del sistema puedan experimentar y crear conocimientos, pensar proyectos de acción, construir imaginarios, participar activamente en los procesos de aprendizaje y de enseñanza.Ahí nomás recordé algo que había leído en el texto de Lucien Sfez, “Técnica e Ideología”, y me puse a buscar otra vez.Según el autor, los sistemas tecnológicos no son, en ningún caso, entidades neutrales y exteriores a los hombres y, siempre, se imbrican con los discursos que se fundan sobre ellos. Estos relatos, según Sfez, son “ficciones”, en el sentido de que constituyen narraciones sociales, construcciones colectivas y forman, con las tecnologías, una sola cosa. No se los puede separar; si, por ejemplo, una maestra y su curso deciden crear un
weblog para compartir textos y producciones literarias, atrás (y adelante) de esa utilización técnica hay un proyecto, hay una enunciación.En ese momento, Eliseo Verón se me apareció de repente: “la acción social misma no es determinable fuera de la estructura simbólica e imaginaria que la define como tal”, preconizaba en uno de sus libros de investigación, "Perón o muerte” , el lingüista argentino. Según él, para comprender ciertos “comportamientos”, es necesario descifrar las redes discursivas, las instancias de enunciación, que los actores sociales tejen sobre ellos.


Entonces, me di cuenta que para hacer (para construir) es fundamental también decir. Y este “expresar” no significa algo aleatorio o secundario, todo lo contrario, ocupa un papel fundamental en cualquier proyecto. Después de algún tiempo (4 años, más o menos) llegué a una conclusión: lo que primero necesitamos para construir espacios educativos transformadores (sigo tomando a mi ejemplo articulador como guía de referencia) es una reflexión estratégica. Un razonamiento que incluya investigación y planificación, un análisis profundo de la situación específica a trabajar. Saber cómo concebimos al sujeto, a la sociedad, a la comunicación; entender qué queremos cambiar para construir el cómo vamos a cambiarlo. Porque si el orden hegemónico de exclusión social que nos regula es histórico (y lo es), nosotros, seres también históricos, podemos crear las condiciones de producción de un conocimiento (histórico) revolucionario. Hay muchas preguntas pertinentes por hacernos: ¿Quiénes son los enanos tecnológicos?, por ejemplo.Porque no todos los niños argentinos tienen igual acceso ni igual apropiación de los “nuevos medios”. Porque, desgraciadamente, esa accesibilidad excluyente tiene todavía que ver con disponibilidades económicas y con posibilidades clasistas. Porque no aprende lo mismo (o mejor dicho, no tiene iguales posibilidades de construir con las TICs), un chico que practica con una computadora una vez cada quince días durante una hora (cuando le toca su clase de informática), que otro que la tiene en casa y la usa a cada rato, que otro que ni posee ordenador ni va a la escuela. Obviamente, esos niños no pueden considerarse como iguales a la hora de pensar un espacio educativo que incluya la utilización de nuevas tecnologías para crear relaciones cognitivas. Si así lo fueran, estaríamos hablando del “saber ingenuo”, de la “educación desarmada”, inválida desde la perspectiva del padre de la educación popular, Paulo Freire. Al contrario, el pedagogo brasileño preconiza la práctica docente crítica que “…encierra el movimiento dinámico, dialéctico, entre el hacer y el pensar sobre el hacer”.
En este sentido, el comunicador, investigador y profesor
Mario Kaplún puede aclaranos un poco más el panorama:







El número de “verdades” objetables asciende rápidamente si pensamos en esta dirección. Muchas veces, el mundo de las certezas se encuentra atravesado por construcciones “espontáneas” (y tendenciosas), no rigurosamente revisadas ni críticamente analizadas. ¿Estamos seguros, por ejemplo, de que en el mundo actual, dominado por el “tercer entorno” de Echeverría, las manos agrietadas y cansadas se encuentran en vías de extinción mientras el trabajo inmaterial lo envuelve todo? “Debemos ser cuidadosos a la hora de etiquetar la nueva época”, dice Juan Monteverde en su “Dialéctica y contradictoria”; frase con la que no podría estar más de acuerdo, sobre todo porque lleva consigo la idea que preconiza mi compañero acerca del uso de “categorías desmesuradas” (como la “abolición del trabajo material” y la “supremacía del inmaterial”) muy comunes en los ensayos posmodernos. En medio de nuestra realidad histórica latinoamericana, en cambio, el esfuerzo por “…apostar al pensamiento crítico para no caer en las fetichizaciones y encantamientos con las nuevas teorías, pero a la vez seguir pensando las nuevas realidades y prácticas sociales producidas por las TICs que sin dudas no son explicables con los viejos manuales de teoría política”, constituye un acontecer imprescindible para llevar a cabo cualquier acción que desee tildarse de transformadora. Citando por última vez a Monteverde, sus palabras dicen: “…es cierto, no podemos seguir analizando a toda la actividad del conjunto social todavía, con el capital de Marx y el “imperialismo fase superior de capitalismo de Lenin”. Pero no hay que descartarlos tan rápidamente y reemplazarlos por teorías posmodernas que sólo se explican a sí mismas y tienen hoy en los ámbitos académicos a sus más fieles seguidores”.Siguiendo argumentos similares, otra compañera, Paula Bertolino, propone un pensamiento que reflexione acerca “…de los cambios que las nuevas tecnologías producen en nuestras vidas, pero haciendo hincapié en nuestra situación de ciudadanos de países periféricos. Es decir, leyendo críticamente los planteos de los autores provenientes de los países centrales, sin caer en extrapolaciones ficticias…”
Comunicación y cambio
Sin casi darme cuenta empecé, de esta forma, a hablar de Sabino y sus “momentos metodológico y técnico” en el trabajo científico. Aquí podemos o no estar haciendo ciencia, pero la aclaración también vale. Las dos etapas (epistemológicas) se encuentran íntimamente relacionadas, son el cómo (y el por qué) y el con qué vamos a trabajar, la fundamentación, el relato que sirve de andamio y la instancia donde los instrumentos se vuelven experiencia. Ambas, además, implican tomar decisiones que determinarán tanto el marco teórico como los procedimientos prácticos que englobarán el proyecto. Todo eso implica razonar estratégicamente y todo eso también es político. Es producir para un cambio, es pensar a la comunicación como discurso y como acción creativos.
“Divinizar o satanizar la tecnología o la ciencia es una forma altamente negativa y peligrosa del pensar errado (…). Pensar acertadamente, por el contrario, demanda profundidad y no superficialidad en la comprensión y en la interpretación de los hechos”
Paulo Freire
Desde este lugar proviene mi idea de “trabajar como arañas”, de tejer relaciones entre conceptos, tácticas, herramientas, objetivos y operaciones. Porque este bicho de ocho patas gestiona todo un plan y, gracias a él, monta su tela, su red, su casa. Porque cuando uno de los hilos se rompe o cuando no sabe bien dónde atar su creación, la araña sube y baja, inspecciona, mira desde distintos ángulos y desde allí toma decisiones. Actuar de esa forma es también entrelazar relaciones de fuerza. Porque creo que el poder hoy y siempre tiene que ver con la posibilidad de construir algo. Y esa oportunidad, a su vez, no se tiene ni llega en un momento cuasi mágico, se construye, se hace y se dice.
Revisando algunas nociones propuestas por
Carl Mitcham en “Tres formas de ser-con la tecnología”, encontré conceptos útiles para aclarar mi idea acerca del pensar discursivo- estratégico. En aquel texto, el autor retoma una categoría preconizada por el filósofo Martin Heidegger, “el ser-en el mundo” (que implica, además, un ser-con el mundo) y, a partir de allí, realiza todo un análisis sobre la condición humana y su relación con los lazos tecnológicos. Entre otras cosas, Mitcham describe que esa “red de equipos y artefactos a-mano para la manipulación” no está compuesta por meras herramientas u objetos naturales. Todo lo contrario, hay allí todo un conjunto de “seres humanos igualmente ligados”. De esta forma, el autor establece que la relación del ser-con a través de pactos técnicos es para Heidegger de “…un carácter principalmente social; se refiere al carácter social del mundo que sale a la luz a través de la práctica técnica”. Entonces, el vínculo entre lo técnico y lo humano es intrínsicamente social y, por lo tanto, implica un nivel de participación que deviene compromiso.Ahora bien, ese ser-con social se manifiesta no sólo a nivel de la presencia inmediata o existencial en las técnicas, sino también en las ideas. Es aquí donde mi reflexión se articula con la de Mitcham: en el mundo social los sujetos sustentan ideas e interactúan con otras ideas y otros sujetos. De ese cruce salen proyectos, se construyen caminos y se elevan monumentos (aunque también puede suceder todo lo contrario); de esa mezcla surgen discursos que se plasman en acciones. Así, cuando las ideas incluyen el reino de las técnicas, éstas primeras pueden llegar a conformar un “lenguaje o un logos de las técnicas”, es decir, una “tecnología”. El concepto de ser-con la tecnología, entonces, constituye un proceso complejo que presupone el “abarcamiento lógico de las técnicas por una sociedad” y su conjunta articulación filosófica.
Autor en link
Navegando por la Web, más precisamente, por el sitio electrónico del diario “Página 12”, encontré una
entrevista que este periódico le hizo al pedagogo, filósofo, comunicador social y uno de los expertos latinoamericanos más reconocidos en el área de educación y nuevas tecnologías, Daniel Prieto Castillo. El diálogo me pareció muy interesante, sobre todo aquella idea de “refundar el sistema educativo argentino desde lo formal y lo no formal” que enarbola el intelectual mendocino. En este sentido, Prieto Castillo afirma que para que la tecnología no sea solamente tecnológica sino además, política (para con ella crear espacios que trabajen por el desarrollo del conocimiento), es esencial una “mediación pedagógica” de esas técnicas. Esa mirada pedagógica reclamada por el entrevistado, ese cómo hacer y decir educación, es un arte, una ciencia y va siempre de la mano de una política determinada. De una estrategia que, a modo de deseo del autor, aborde el método y sus alcances, que piense efectivamente cómo pueden integrarse los medios electrónicos para construir interfaces humano-máquinas creadoras de nuevos sentidos.


Opinar sobre las TICs y las posibilidades creativas que ellas ofrecen es fácil; volverlas dicotomía a partir de cómo los sujetos las piensan (apocalípticas o progresistas), es ingenuo. Sin embargo, explorar sus oportunidades transformadoras, desmenuzarlas y, más aún, articularlas en función de proyectos estratégicos que intenten crear otras realidades, no resulta tan sencillo.En este sentido, la idea de producción multidimencional (e histórica) se encuentra claramente explicada por David Rivas en “Intelectualidad quijotesca” : “Insito con el carácter dialéctico de la praxis y lo técnico-tecnológico: las metáforas entre sentidos (cuerpo) y tecnología (máquina) remiten a este carácter de multilateralidad de la construcción de la realidad, la percepción es el nexo entre el sujeto que percibe y el mundo (…), esa percepción (re)construye la realidad, si la percepción es histórica y en desarrollo, la realidad, por ende también debe serlo”.Así, siguiendo a Rivas y a McLuhan, no existe la explicación causa-efecto, las mecánicas y “fragmentarias pautas de espacio” no nos sirven; todo lo contrario, es la “multiperspectividad dialécticamente determinada” la que permite comprender (para cambiar) fenómenos sociales inscriptos en procesos históricos.
Sabemos que el tiempo vuela demasiado rápido y que muchas de nuestras ideas se desvanecen en el aire; aún así vale la pena reflexionar acerca de cómo podemos (si podemos) aprovechar las posibilidades inventivas que brinda la vida bajo este cielo cibernético. Hay, sin embargo, cuestiones inexorables que no pueden dejarse de lado a la hora de pensar qué hacer y cómo hacerlo: la “curiosidad epistemológica”, la “duda rebelde” de Paulo, la “fuerza creadora del aprender” de Freire; esos pensamientos-acciones que inmunizan los efectos negativos del falso emprender.
¿Cuál es, entonces, el peligro de concebir a las tecnologías como entidades externas a los hombres, en lugar de comprenderlas como “extensiones del ser humano”?¿Qué dejamos pasar cuando suponemos que “el producto” y “el productor” no constituyen una misma forma? La respuesta es simple pero determinante: cuando lo social y lo político se dejan de lado, corremos el riesgo de que una visión meramente instrumental inunde los campos de batalla. Así, no sólo perdemos la oportunidad de ganar la partida, sino también, las esperanzas de volver a intentarlo.Creo, justamente, que ése es el desafío actual: encontrar, tejiendo, alternativas viables en materia de educación y de cualquier otra cosa. Virginia Mazza logra decirlo mucho mejor que yo en
su tercera publicación: “Si el educar ya no es un educar para transformar lo social, si el educar no se plantea como una construcción colectiva del saber y como reconstitución y fortalecimiento de lazos sociales, si el educar se atañe a la mera reproducción del actual estado de las cosas (…) podemos decir (y con esto no quisiera caer en una visión apocalíptica) que el conocimiento no será más que un eslabón reproductor de desigualdad, carente de capacidad para crear

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